Un poco más de tres meses han pasado desde que Emilio Elgueta Torres fue removido del Poder Judicial por decreto del 8 de octubre pasado. La carrera del exministro de la Corte de Apelaciones de Rancagua llegó a su término tras la remoción que adoptó la Corte Suprema por intervenir un recurso de protección de su doctor, Luis Arenas, a quien le dio información de la causa; por comunicarse con abogados y litigantes en siete procesos; por haber solicitado al fiscal regional de O’Higgins, Emiliano Arias, designar un cargo a su excónyuge, y por exigir bajo presiones la designación de una alumna en un cargo en el 1 {+e} {+r} Juzgado Civil de Rancagua.
Se lo ve casi irreconocible, ha perdido unos diez kilos, viste de manera más informal y siempre con un jockey, para no ser reconocido. Camina cabizbajo por la calle Bueras, en Rancagua, rumbo a una pequeña y modesta oficina de abogados, la que abrió junto a un exalumno.
En este lugar -que está a metros de la fiscalía y muy cerca de la Corte- tiene tres fotos: una de sus cinco hijos, otra de su padre, que fue un preso político, miembro del Comité Central del PC y que estuvo en la misma celda con el general Alberto Bachelet. La otra imagen es de la diosa del universo.
Está en un proceso de reinvención, trabajando como abogado en la área civil y procesal. Ya tiene cinco clientes.
Al conversar de lo ocurrido, todavía se lo ve muy dolido. «Trabajé 42 años y no me fui con ningún peso», dice en su primera entrevista tras su salida.
Uno de los momentos difíciles que vivió en estos meses fue el suicidio del ministro Marcelo Albornoz. «Lloré una semana, era un hombre muy bueno. Le creí cuando dijo que le pidió $1,5 millón al doctor Luis Arenas para una causa noble, de alguien que se estaba muriendo de cáncer. En la masonería todos se ayudan. Albornoz estaba a cargo del Tribunal de Tratamiento de Drogas para adolescentes. Ellos le hicieron un homenaje y ahora todos los certificados que emanan de este tribunal llevan la foto de él. Fue una injusticia muy grande lo que le pasó. A mí no me importa lo mío, porque sé que tengo las manos limpias», afirma el exjuez.
«Este fue un tema político de sacar a ministros de izquierda»
-Usted dice que tiene las manos limpias, pero se lo removió por tráfico de influencias y cargos de probidad. Y tiene una causa penal.
-En el tema penal me voy a defender y voy a demostrar mi inocencia cuando tenga la audiencia en mayo. La ministra Rosa María Maggi (que hizo el sumario) no consideró ningún tipo de prueba. Un ejemplo, a mi exseñora yo no la postulé a un cargo en el Ministerio Público, sino su hermana Lorena, que trabaja con Jorge Abbott (fiscal nacional). Ella la hizo postular, le mandó currículum. Mi exseñora finalmente no se presentó a postular ni a dar pruebas. Igual me establecieron ese cargo y se me acusó de eso. La Corte Suprema le compró a la prensa lo que decía.
– La prensa escribió sobre los antecedentes que había en la investigación.
-Esto comenzó por el caso Caval. Fue un tema político que organizó Hernán Larraín (ministro de Justicia) con Andrés Chadwick (exministro del Interior).
-¿Por qué es un tema político?
-Este fue un tema político de sacar a ministros de izquierda, porque los tres éramos de izquierda. ¿Qué dijo el ministro de Justicia cuando asumió? Que todos los jueces eran de izquierda.
-A usted se lo investiga por prevaricación, no por su condición política.
-¿Y por qué la ministra Maggi no se inhabilitó en mi causa?
-¿Por qué tendría que haberse inhabilitado?
-No quiero meter a nadie más en este cuento, pero pregúntele a ella. Tiene un problema de malos o pocos recuerdos. Se le olvidó que fuimos amigos y que en algún momento conversamos su subida a la Corte Suprema. A muchos de la Corte Suprema se les olvidaron cosas.
-¿Qué hizo para que subiera a la Corte Suprema?
-No lo voy a decir, ellos saben. Y si tienen mala memoria, no me importa. Estoy trabajando como abogado y no quiero que me cierren las puertas.
«Es un caso político que nació con el caso Caval»
-Usted debe dejar la casa fiscal que tiene por orden de la Corte. ¿Cuándo lo hará?
-En febrero. Imagínese que dijeron que era el ministro más rico y no tengo bienes. No tengo ningún peso. Búsqueme, a ver si tengo algo. Se dijo que yo tenía mis bienes con mi hermano, que es casi ciego. Mis hermanos son profesores. Este es un tema político que nació con el caso Caval y punto, nada más.
-¿Qué tiene que ver el caso Caval?
-Porque a Arias (el fiscal regional de O’Higgins que está suspendido) le iba mal en la Corte de Rancagua en el caso Caval, por eso ellos querían inhabilitarnos (a él, Albornoz y Marcelo Vásquez), lo que era indebido. Por eso ellos buscaron «elementos que pudieran perjudicarnos». El fiscal Arias tenía una fuerte relación con el Gobierno y le ofrecieron un cargo. Eso se está investigando.
-Se lo acusó también de favorecer a Natalia Compagnon y a Dávalos en esos fallos a raíz de su amistad con un exministro de Justicia.
-Jamás el señor José Antonio Gómez se metió en el caso Caval, nunca. El sobreseimiento definitivo de Dávalos era un tema de derecho. En este caso debieran ser cómplices los ministros de la Corte Suprema, porque el sobreseimiento de Sebastián Dávalos Bachelet fue confirmado cinco a cero. Ese fallo fue espectacular, nadie lo dice, y fue hecho por Marcelo Vásquez (el otro removido). Aquí no hubo ningún favorecimiento, es un tema de derecho profundo. Si nosotros somos cómplices de favorecer a Sebastián Dávalos, también debieran serlo los ministros y abogados integrantes del máximo tribunal que confirmaron su sobreseimiento.
-La fiscalía dice que se le hacían pagos y hay depósitos sospechosos en efectivo.
-Sí, son $24 millones los que se me imputan. Tenía un sueldo anual superior a los $70 millones y en tres años son $210 millones. Resulta que en mis cuentas me pagaban los padres de dos compañeros que compartían departamento en Santiago con mi hijo universitario. Eran entre $300 y $400 mil mensuales, lo que multiplicado por 36 meses (tres años) salen más de $25 millones.
-Otra de las imputaciones son platas de abogados por sus fallos…
-No hay ninguna plata por eso. Mi hermano conoce al abogado Rodrigo Guerrero porque hacen trabajos agrícolas juntos. A mi hermano le pagaba con cheques y yo se los cobraba, porque es casi ciego.
-Uno de los cargos por los cuales fue removido fue ayudar al doctor Arenas.
-El doctor presentó un recurso de protección, con otros quince médicos. Solo hay un mensaje de WhatsApp donde dice «se vio mi causa, hermanito» y yo respondí: «No se vio». ¿Eso es qué? Es un tema de tramitación que tiene que ver con el fondo. ¿Le dije «te voy a favorecer»? ¿Le dije «te voy ayudar»? ¿Hay una conversación mía que diga que voy a ayudar al doctor Arenas? No, no hay ninguna.
-La remoción fue acordada en su caso por unanimidad de la Corte Suprema.
-Ellos lo único que querían era echarme…
-¿Qué interés podría tener la Corte Suprema en perjudicarlo?
-Ellos querían echarme porque me faltaban dos años para ser el ministro más antiguo y entrar por derecho propio a la quina del máximo tribunal. Esto fue porque yo no le sirvo a nadie por mi posición política, porque siempre fallé en favor de los casos contra las violaciones a los derechos humanos, siempre estuve por procesar a los médicos que mataron a Frei y también por someter a proceso al conscripto del caso Víctor Jara. En todas las causas de violaciones a los derechos humanos yo estaba por otorgar también indemnizaciones.
-La Corte Suprema es diversa y no todos los ministros piensan de la misma forma.
-Son todos de derecha. La mayoría tiene una posición muy distinta a la mía. Me echan del Poder Judicial sin ningún peso después de 42 años de servicio, habiendo pasado de actuario, secretario, juez, relator, fiscal judicial, ministro en distintas partes y presidente de Corte.
«Ahora que estoy afuera puedo reclamar según el derecho que corresponda. Hay muchos que se morirían de miedo si yo hablara, pero no voy a hablar. No voy a decir nada en contra de nadie. Cada uno sabe lo que ha hecho».
Presidentes de la Corte Suprema
-¿Hay tráfico de influencias?
-No voy a contestar esa pregunta… Hay mucho de mucho. Y don Haroldo Brito (expresidente de la Corte Suprema) y don Guillermo Silva (actual presidente) saben perfectamente de lo que estoy hablando. Ellos saben mucha cosas mías y yo de ellos. No les estoy imputando ningún delito, solo son cosas que ellos saben.
-¿Cuáles?
-No voy a decir, no quiero arriesgarme a una querella.
-¿De dónde conoce al actual presidente?
-Fui subalterno en Talca de él, fui relator cuando él fue ministro, y éramos muy amigos. Pero cuando la gente llega al poder, y muy alto, se olvida.
-¿Cuesta mucho reinventarse después de haber sido juez?
-Marcelo Albornoz no alcanzó. Yo lo voy a intentar, a mí no me mata nadie. Bruce Willis es una alpargata al lado mío. Lo más difícil ha sido la relación con el cliente, cómo se cobra, porque nunca antes lo hice. Me ha costado conectarme, porque es totalmente distinto el trabajo.
-¿Está dispuesto a ir a litigar a la Corte?
-Sí, es lo que me gusta. Y voy a llevar las armas del derecho, voy a discutir cosas del derecho.
»En este caso debieran ser cómplices los ministros de la Corte Suprema, porque el sobreseimiento de Sebastián Dávalos Bachelet fue confirmado cinco a cero».
»Ellos (la Suprema) querían echarme porque me faltaban dos años para ser el ministro más antiguo y entrar por derecho propio a la quina del máximo tribunal».
Imágenes diabólicas en su oficina: «No lo soy, soy un librepensador»Una de las polémicas de esta causa fue cuando la fiscalía encontró tres fotos de la exintegrante de la Corte Suprema, Gabriela Pérez, con clavos de acero cruzados en distintas partes de su cabeza, las que estaban en un cajón del despacho del exministro Emilio Elgueta. Las fotos son de un periódico y corresponden a 2007, cuando llegó al máximo tribunal.
También se encontraron imágenes del diablo y una supuesta muñeca vudú.
-Se habló que usted hacía magia negra.
-Eso es de la época de la inquisición.
-También le encontraron imágenes diabólicas.
-Hay que recordar que en este país existe libertad de culto. Cuando la prensa publicó todo, eso fue, eso es atentar contra libertad de culto. Yo puedo ser lo que quiera.
-¿Y qué es?
-Librepensador.
-¿Cuál fue el problema con la exministra Gabriela Pérez?
-Nunca entendí por qué me tenía mala. En un cóctel de la inauguración del año judicial me fui a presentar ante ella para conocerla y le dije: «Soy Emilio Elgueta, el que la reemplazó en la Corte de Apelaciones de Santiago». Y me mira con asco y me dice: «Qué me va a reemplazar a mí, es un mocoso, qué se ha imaginado». Y después de eso, por años me calificó con lista cuatro, sin haberle hecho nada. Cuando jubiló ella, un ministro me manda un sobre con su foto y los clavos (prefiero reservarme el nombre). No lo boté, pensé que era un chiste.
-¿Y la muñeca vudú y la imagen diabólica?
-La supuesta muñeca vudú la compré en Bahamas y era como un ekeko de paja, y me dijeron que le pusiera plata. Le ponía billetes por debajo y le iba poniendo alfileres como ganchos para que se sujetaran. La imagen del diablo era por un trabajo que yo estaba haciendo sobre sectas satánicas para la masonería. Esta imagen de Baphomet no la alcancé a terminar; cada uno exponía sobre temas en la logia.
«Aquí se vulneró mi derecho de culto de ser lo quiera; si soy luciferino, es problema mío. No lo soy, soy un librepensador. Yo respeto cada una de las creencias que existen en este mundo».
Fuente: El Mercurio