Desde que se crearon las vocerías, el 2 de junio de 2007, en la Corte Suprema nunca ha estado una mujer en este cargo. Si bien la ministra Gloria Ana Chevesich cumplió esta labor en algunas ocasiones, solo lo hizo en calidad de suplente y no como titular.
Y el presidente electo, Guillermo Silva, quiere designar a una mujer en este cargo.
El vocero es escogido por el presidente del máximo tribunal y no por el Pleno; por lo tanto, es una persona de su confianza. Según algunos ministros consultados, para cumplir esta función no solo hay que ser de confianza del presidente del máximo tribunal, sino que también llevar un tiempo en el Poder Judicial.
Dentro de las posibles candidatas están Rosa María Maggi y María Eugenia Sandoval. En el caso de Rosa Egnem, se ve complicado que se haga cargo de las vocerías, porque en enero asume como la primera presidenta del Tricel. Algo similar ocurre con la ministra Gloria Ana Chevesich, a quien quieren mantener en la Corporación Administrativa del Poder Judicial, donde se revisan todas las licitaciones, por el destacado trabajo que ha desarrollado en esa instancia.
El ministro Silva tiene contemplado adoptar una decisión la próxima semana —asume la presidencia el 6 de enero— sobre quién será la sucesora del ministro Lamberto Cisternas, que renunció el miércoles pasado.
A la fecha han ocupado el cargo de vocero del máximo tribunal los ministros Urbano Marín (2007), Nibaldo Segura (2010), Jaime Rodríguez (2011), Hugo Dolmestch (2012), Milton Juica (2015) y Lamberto Cisternas (2018).
Origen de las vocerías
Un giro comunicacional tuvo la Corte Suprema el 2 de junio de 2007. Se creó la figura de vocero único para relacionarse con los medios de comunicación y la opinión pública.
La decisión fue adoptada por el Pleno tras la polémica que se generó cuando aprobaron un auto acordado en el que se prohibía a la prensa acercarse a los ministros sin su autorización. Dicha medida quedó sin efecto tras las diversas críticas que recibieron los magistrados, incluso en el exterior, lo que causó un cambio en la entonces Dirección de Comunicaciones y la salida de sus miembros.
En la medida, además, influyó la persistente evaluación negativa del Poder Judicial en las encuestas.
La decisión fue adoptada en un inédito Pleno extraordinario de la Suprema —que se realizó un sábado— tras casi cuatro horas de análisis, en el que se escogió como vocero al entonces ministro Urbano Marín. Este fue propuesto y elegido por sus compañeros para cumplir esta función, luego de una votación.
El otro nominado fue el ministro Milton Juica, quien lo reemplazaba cuando Marín no se encontraba. El resto de los ministros estarían autorizados solo a realizar vocerías específicas sobre temas puntuales de los que estuvieran a cargo.
En la resolución del Pleno influyó ‘tener una sola voz’, para evitar que cada supremo ‘esté dando su opinión personal y particular’.
Desde entonces, esta función la dejó de cumplir el presidente del máximo tribunal, quien no sería más el vocero de las decisiones internas, porque se dedicará exclusivamente a cumplir sus otras funciones; entre ellas, las protocolares.
La medida en un comienzo generó críticas, porque se alteraba la tradición de que la voz oficial del Poder Judicial fuese el presidente de la Corte Suprema. Los únicos temas que no informaría el vocero son los de carácter disciplinario, pero solo hasta que los afectados estén notificados.
La figura del vocero único, distinta a la del presidente del máximo tribunal, entró a regir desde el viernes 29 de junio de 2007.
La vocería única también se adoptó desde entonces para todas las Cortes de Apelaciones del país.
En caso de que las ministras no quieran realizar dicha función, Silva tendrá que nombrar a un magistrado.
Fuente: El Mercurio