Cuando el ministro vocero de la Corte Suprema, Lamberto Cisternas, lanzó su candidatura a la presidencia del máximo tribunal, varios de sus colegas se molestaron. Algunos de los supremos no recibieron de buena forma las apariciones que tuvo Cisternas, a fines de la semana pasada, en la prensa. Varios consideraron que se trababa de una práctica que ‘politizaba’ la elección y que no correspondía al estilo de los jueces de la Suprema.
Otros, sin embargo, comentan que fue una jugada ‘valiente, aunque no llegue a buen puerto’. Uno de los elementos más valorados por quienes apoyan la opción de Cisternas fue el hecho de que presentara, antes de la votación, un ‘esquema’ de trabajo. Sin embargo, la arremetida de Cisternas desordenó los planes. Su candidatura rompe con una tradición que desde hace años se ha impuesto en la judicatura: el nombramiento del juez que tiene mayor antigüedad en la Suprema. Esta tendencia solo se había roto una vez, cuando en 1998 los ministros optaron por Roberto Dávila y no por Osvaldo Faúndez. Quienes recuerdan esa época indican que pesó que el segundo se mostraba reacio a implementar la Reforma Procesal Penal.
La posibilidad de terminar con esta tendencia provocó que varios supremos cerraran filas con el magistrado a quien le correspondería asumir el mando del máximo tribunal: Guillermo Silva Gundelach.
Fuentes judiciales comentan que esos apoyos se deben a que varios supremos reconocen en Silva a ‘un gran juez’ y otros, debido a un ‘interés personal por sus propias candidaturas’.
Estos últimos, recalcan las mismas fuentes, son aquellos jueces a quienes, por el orden del escalafón de antigüedad, les tocaría asumir la presidencia en periodos posteriores.
Hay otro grupo de supremos entre los cuales el peso de la tradición es un valor en sí mismo, por lo que cualquier cambio en las reglas les provoca ‘incomodidad’.
La combinación entre antigüedad y liderazgo es lo que tendrán que ponderar los supremos, en votación secreta, este miércoles 18.
Un supremo asegura a La Tercera que ‘para ser juez no se necesita tener liderazgo, hay que tener méritos jurídicos’. Pero, dice el mismo magistrado, ‘para ser presidente de la Corte Suprema sí hay que tener liderazgo’. Algunas veces, plantean en el máximo tribunal, al que corresponde por antigüedad es un ‘líder innato’. En otras, no.
Esto último adquiere especial relevancia por la opinión que tiene un ala de la Suprema sobre la gestión del actual presidente, Haroldo Brito. Pese a que ningún supremo tiene reparos personales contra Brito, hay quienes consideran que en momentos complejos, como en las tensiones con el Tribunal Constitucional, no ha demostrado el liderazgo suficiente.
Por eso, considerando que el 2020 será intenso debido a la discusión por la nueva Constitución, algunos supremos consideran que se necesita un presidente con un liderazgo fuerte y que sepa defender los intereses del Poder Judicial.

Fuente: La Tercera